Aunque tan solo nos separaban 327 kilómetros de Bogotá, las comunicaciones por carretera en Colombia no son ni las más rápidas, ni las más cuidadas ni las más seguras, por lo que el viaje fue intenso, creo recordar que fueron unas 6 horas de bus (aunque haciendo sondeo hay gente que me ha dicho que 10). Seis horas de bus, al lado de las 24 a las que terminamos acostumbrándonos para ir al resto de sitios, no eran nada, y se hacían bastante amenas charlando con los compañeros o simplemente durmiendo, que todos sabemos que el mejor sueño del viajero es el que se marca en el autobús...
La llegada a San Gil fue invadiendo un polideportivo al más puro estilo rutero con nuestros petates, y por supuesto inundando duchas y haciendo "el cafre"... Estoy convencida de que si hubiésemos sabido en ese momento que esas duchas eran prácticamente las últimas en condiciones que veríamos en todo el viaje nos hubiésemos esforzado más en cuidarlas... Aun así, desde aquí abogo por que hay que cuidar al máximo los sitios que nos dejan, y dejarlos en mejores circunstancias de las que nos los dieron....
Lo que más me impresionó (a mí y a todos) de San Gil fueron sus cuestas... Jamás (y he estado en muchos sitios para poder decir esto) había visto unas calles con tanta inclinación como las de San Gil... No paraba de plantearme en todo momento en cómo subirían y bajarían las viejecitas para comprar el pan, en las piernas que tendrían que tener los niños que corrían sin parar calle arriba y por supuesto empecé a plantearme acabar con la esencia del pueblo poniéndole por todos sitios escaleras mecánicas (cosa que va extremadamente en contra de mis principios...)
Nuestro campamento estaba en la parte más alta del pueblo, y el resto de la civilización estaba en "la otra parte alta del pueblo". Esto significaba, que para empezar a ver bares, tiendas etc. tenías que bajar toda la cuesta (que sería como de un kilómetro) y depende de lo que te planteases hacer, volverla a subir... Era tan bestia el cansancio que me provocaban esas cuestas que no quería ni moverme, que me decían de bajar a tomar una cerveza y me negaba... (¿yo? negándome a una cerveza en un bar... ¡increíble pero cierto!)
Foto de Federico Caballero Santander |
Como os decía, San Gil tiene mucho que ofrecer... La mayoría de turistas acuden a esta zona a practicar varios deportes de aventura. Nosotros estuvimos haciendo rafting en el río Fonce. Fue bastante emocionante porque el río llevaba bastante corriente y nos dejaban tirarnos al agua y nadar y meternos en los remolinos... De hecho el monitor nos empujaba de la balsa para que no pudiéramos subir...
Ahí fue cuando tuve mi primera experiencia como socorrista... En el grupo (que era de 6 personas) teníamos una pareja "de edad avanzada" (rondando ya la setentena) que la verdad, hacían un poco lo que les daba la gana... No seguían bien las indicaciones del monitor y claro, en uno de los saltos de la balsa, el hombre calló al agua soltando su remo y perdiendo un poco el control. Ahí yo, saqué fuerza de no se donde y tiré del hombre (tal y como me habían enseñado) hasta que lo subí de nuevo a la balsa... Me quedó una sensación Mitch Buchannan bastante curiosa...
Y sin duda, uno de los atractivos que ofrece San Gil, es el Parque El Gallineral. Está situado en una islita del río y es bastante peculiar y más en la época en la que nosotros lo visitamos: Navidad.
En Colombia hay un gran interés por decorar todo de manera algo excéntrica por navidad. Cantidades exageradas de luces, colorines, muñecos de nieve y demás simbolitos navideños ocupan las calles, casas, balcones, parques... El Parque El Gallineral no era para menos... muestra de ello es ésta foto tan kitsch del río que bien podría ser un cuadro de regalo de tómbola...
Parecíamos sacados de un mundo psicodélico donde la fantasía por un momento se apoderó de nosotros. Y claro, yo que soy más bien de explorar decidí andar en otra dirección para empaparme un poco de lo que en ese parque podía percibir y sentir... Naturaleza, sonidos de animales, agua... Era tan puro ese momento que decidimos inmortalizarlo en un "super-video" que me he visto en la necesidad de mostrar... (agradecimientos a los protagonistas).
Y no puedo despedir este post sin hablaros de comida... ¡que ya sabéis que me encanta! En la región de Santander es típico comer un tipo de hormiga conocida como la hormiga culona. En San Gil por todos lados encontrabas paquetitos de hormigas culonas vendidos como si de maíz se tratase... Las preparan tostándolas y salándolas y lo que se come es solamente el culo de la hormiga, las alas y el resto del cuerpo se tiran. Con respecto al sabor hay opiniones de todo tipo, para mí, tienen un cierto sabor a cortezas de cerdo de esas duras duras... a "chicharrooooon"... Vamos, ¡que a mí me gustan!
Foto de Gargolat en Flickr |
En resumen, los días en San Gil fueron movidos y divertidos, tuvimos momentos para todos los gustos y las colombianas nos enseñaron a bailar los temazos de moda (con los que todavía, 5 meses después lo sigo dando todo...). Conocimos a gente "interesante" y nacieron "Joni, Jani y Jeni", que la gente está muy loca... adoptando a una "lugareña" en la plaza del pueblo de la cual no nos podíamos librar de ninguna manera... El guaro (aguardiente) no ayudaba tampoco.
Y cómo no, también tuve tiempo de relajarme un poquito...
1 comentario:
Muy interesante, yo he tenido el valor de comer las hormigas culonas que trajiste, todavía y hace unos meses que las probé recuerdo la sensación que dejan en la boca, es pequeño el bocado pero nunca acabas de masticarlas
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