viernes, 23 de noviembre de 2012

Crónicas de Santo Tomé - Cap. 9 - Últimas peripecias saotomenses

Los últimos días en Santo Tomé se estaban tornando un poco grises. Y no por falta de actividades o de planes atractivos, sino en el más fiel sentido literal: por las nubes. Cada una de las cosas que íbamos haciendo se transformaba un poco gracias a la lluvia. Pero teníamos que aprovechar los últimos instantes en este país tan especial "cómo si no hubiese un mañana"... Cómo ya intuiréis, lo hicimos...
Llegamos temprano de la Isla de Príncipe, pero con las pilas bien cargadas. Después de tanta lluvia lo que más nos apetecía era el esplendoroso sol al que Santo Tomé nos tenía acostumbradas.

Y entre toda la oferta de ocio que teníamos a nuestro alcance, ¿Qué elegimos? ¡Playa!




Nos dirigimos lanzadas a la Plaza del Mercado a alquilar un par de motocarros para ir a alguna playita en la que estuviésemos tranquilas toda la tarde. Tuvimos que discutir con varios de los motoristas los precios, pero como ocurre a menudo en países en que se pactan los precios, cuando dijimos que no nos interesaba y nos fuimos, aparecieron por otra esquina a recogernos y a cobrarnos aquello que pedíamos.




Desde el piso más alto del mercado de Santo Tomé se obtienen estas vistas, y además se come y se bebe bien barato

Comenzamos nuestro paseo despacito pero con buen ritmo, mi motorista me iba hablando todo el camino y os aseguro que entender el portugués a través de un casco montada en moto no es muy fácil. Conforme íbamos avanzando el cielo se iba oscureciendo y el clima cada vez era más frío. Le pregunté sucesivas veces que si estaría lloviendo en Playa Tamarindos, que era a dónde nos dirigíamos. Él me dijo que no. Le repetí varias veces que si veía que iba a llover que nos diese la vuelta y dejase en otra playa, total, todas son fantásticas y nosotras lo que buscábamos era sol... Pues no, ni caso. Continuamos el camino y evidentemente... ¡nos llovió! Cuando ya comenzamos a mojarnos fuerte dimos la vuelta con la moto y emprendimos nuevo rumbo hacia otro lugar, Praia do Governador.

Mientras tanto, mi compañero de ruta seguía hablándome sin parar. Aun teniendo dificultades, logré descifrar el mensaje... ¡Me estaba vendiendo un terreno! Por unos 400 euros, este señor me vendía un buen terreno donde podría construir por poco dinero una casa bastante curiosa y tener un amplio jardín, Inés incluso se planteaba montar un camping... La verdad es que no estaría nada mal comenzar una vida allí, desde luego que evitaríamos muchas complicaciones y disgustos de España.

La llegada a Praia do Governador fue un poco decepcionante. Dentro de las playas paradisíacas de Santo Tomé y de Príncipe ésta ha sido de las peores que he visto. Era una playa bonita, con amplia zona de arena y el agua no llegaba a cubrirte hasta que llevabas un buen rato caminando dentro, un placer para nadar. Pero estaba un poco deteriorada, evidentemente, por el paso del hombre... Con pocas palmeras, ya que la mayoría habían sido taladas, tenía un pequeño bosque repleto de basura, de restos de comida, latas y demás objetos contundentes que no pensamos en que estarían mejor en una papelera... Eso rompe absolutamente la armonía del lugar, y yo, personalmente, no conseguí relajarme el tiempo que estuvimos allí.

Playa Do Governador


Playa Do Governador

Un sabor de boca algo agrío para nuestro penúltimo día. Volvimos tranquilamente, no sin antes hacer parada en un hotel a comer y a "chupar wifi". El hotel precisamente barato no era, pero tenía unos platos de patatas fritas congeladas "de lo más suculentos"... ¿Qué hicimos? ¡Pedir tres! Y nada de a la vez, uno detrás de otro... La camarera (que ya era lenta de por sí), alucinaba. La pobre no conseguía entender como podíamos comer patatas más patatas y acompañarlas de más patatas...
Al día siguiente no teníamos indigestión volvimos a intentar día playero. Ya llegada la época de lluvias es muy común encontrarte unas cuantas horas del día el cielo nublado, e incluso que llueva y de repente salga el sol. Caminando sobre seguro, fuimos a Playa Santana, aquel resort privado para adinerados en el que estuvimos un día con KB. Eso es vida, con tu sombrilla y tu mesa en un pequeño alto separado de la arena, oliendo a pizza (son algo caras) y con un wifi de calidad, cosa extraña en la isla... 

Para que os hagáis una idea del nivel, así son los cubiertos del Club Santana

Íbamos muchos, por lo que en vez de ir alquilando motos de dos en dos, decidimos alquilar un bus entero... Negociamos precio, para variar, y un muchachito joven aceptó nuestra propuesta. Para un saotomense, lo poco que nosotros le estábamos pagando por ida y vuelta en su microbús ya le hacía la jornada del día, por lo que para él fue tal lotería que a la gente que tenía montada en el autobús la bajó para subirnos a nosotros... Muy cómico, sí... Orgullosos nosotros, en nuestra furgoneta Dharma, nos fuimos para Santana.
Y no, no tuvimos suerte... Nos hizo un día de perros y debido a ello no funcionaba internet... A lo Enjuto Mojamuto, tecleando el teléfono sin parar en busca de enviar un mísero whatsapp, nos fuimos de Playa Santana, sin baño, con frío y sin internet... Nuestro conductor "nos esperaba".


Autobús típico saotomense

Entrecomillo "nos esperaba" porque no fue así. Habíamos quedado con él a las 7. El conductor nos esperaría en la puerta y marcharíamos para la ciudad. El Club Santana está "solamente" a 15 km. de la ciudad, era de noche, llovía, estaba muy oscuro y... ¡el conductor no aparecía! Era extraño que no volviese ya que no le habíamos pagado aún, y el gasto que había hecho de gasolina tendría que reponerlo de su bolsillo... Pero bueno, no venía, y no podíamos quedarnos esperando a que pasase la noche, bajo la lluvia y en un silencio sepulcral en el que solo se escuchaba el estruendo de los cocos al caer... 
Esperamos un rato por si volvía y nos decidimos a llamar a taxis para todos. Pasado un rato el conductor volvió. Nos dijo que había estado en su casa... Le explicamos "en perfecto portugués" que eso no podía hacerlo, que si se había comprometido no podía llegar una hora tarde y él reía (ya sabéis, leve-leve). Cuando llegamos, le pagamos menos de lo acordado, haciéndole ver que ese retraso no era justo y quedamos todos contentos (bueno, no se si él lo estaría tanto...)
Para cenar nos merecíamos un premio... otra santola (centollo) y buena música. Estuvimos en un bar en el que estaban celebrando la despedida de alguien portugués (no me enteré demasiado bien de quién era la despedida ya que en Santo Tomé cada día se despide a alguien). Tocaban fados y canciones portuguesas al son de acordeones. Muy divertido, aunque nos fuimos pronto a dormir, que estábamos reventadas. Aunque a decir verdad... Esa noche tuvo un buen acontecimiento también: conocimos a La Orden de Malta.

Fiesta portuguesa

Alguno os preguntaréis que qué narices es eso. Lo mismo me preguntaba yo en ese momento, pero con ese nombre y lo que me gusta a mí un "suceso paranormal", no podía dejar de enterarme. 


Os he enlazado a la web para que investiguéis por vuestra cuenta si estáis interesados, pero en resumen, la Soberana Orden Militar y Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta (que tiene mandanga el nombre), es una orden que se fundó en el siglo XI en Jerusalén, y que a día de hoy todavía sigue en activo, y mucho. Tienen su sede en Roma, pero mantienen relaciones diplomáticas con 104 estados, y en Santo Tomé y Príncipe tienen una embajada. Hacen labor humanitaria, atendiendo enfermos en hospitales, dando formación sanitaria en lugares donde se necesita, colaboran en la creación de centros médicos, residencias... ayudando a los más desfavorecidos.Sin adentrarme mucho en este tema, ya que desconozco su labor y estructura en profundidad, me gustaría contaros también como se organizan ya que es curioso que todavía siguen manteniendo su estructura medieval.

Sus miembros (siempre voluntarios), se denominan caballeros y damas y están organizados en jerarquías. Cada uno pertenece a una clase y ésta les otorga un tipo de obligaciones (y me imagino que privilegios). Y además de esto es neutral y apolítica y acuña monedas, emite sellos, expide pasaportes...

Inés con la bandera de la Soberana Orden Militar y Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta

Bueno, el caso, que hicimos "amiguitos" pertenecientes a la Orden. Tres españoles (dos de ellos andaluces, por cierto) que venían a Santo Tomé a ayudar en temas médicos. Nos invitaron a su casa (es decir, a la embajada) y estuvimos comiendo con ellos y tomando unos gin-tonics... No se si me gustó más la casa, la comida, las vistas que tenía, la cocinera, el "mayodormo" o los cubatas que nos preparó. Pero así da gusto hacer labor humanitaria... ¿no creéis? 

Y esta fue la última tarde en Santo Tomé... No se cuando volveré ni siquiera si podré volver alguna vez en la vida, pero ha sido una grata experiencia. Pero, de todas formas, esto no acaba aquí...

En el próximo y último capítulo... Odisea final, especial vuelta a casa: coches estropeados, vuelos que se retrasan, billetes confundidos... ¡y chupitos!

¡Un beso enorme a todos!

1 comentario:

Mari loli dijo...

Esperamos con impaciencia el próximo capítulo

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