jueves, 13 de septiembre de 2012

Crónicas de Santo Tomé - Cap. 4 - Isla de Rolas

Panorámica de la Isla de Rolas

El viernes aprovechamos el día para hacer unas compras, Inés cómo loca comprando artesanía para amueblar la casa y yo cómo loca comprando telas... ¡Qué maravilla! ¡Cuánto color!
Y después marchamos rumbo al sur (otra vez) con el objetivo final de visitar la Isla de Rolas. Íbamos con Paco, Albert, que trabaja para médicos del mundo y hasta liamos a KB. El viaje tuvo algunos "contratiempos".




Habíamos organizado una fiesta en la Isla de Rolas, por dónde pasa la línea del Ecuador con los chicos que nos invitaron a comer macaco. También venían algunos más de Porto Alegre, que pescarían la comida, y Bobby, que pondría el barco. Nosotros estábamos encargados de la bebida. Bobby es un auténtico personaje, un hombre de unos 60 años pero con cuerpo, espíritu y vitalidad de 30. Él ha pateado medio mundo e incluso luchó en la guerra de Angola.

Por él fue la primera parada de nuestro viaje, el primer "contratiempo". Lo recogimos en Santana, en casa de Leocadia, una señora estupenda que nos tenía preparadas unas Guinnes bien fresquitas y caracoles de tierra. La Guinnes aquí es exportada de Gabón y lo más gracioso es que los envases son retornables, que no se yo si les compensará mucho el envío a Gabón. Bobby fue montado en la parte de atrás del 4x4, al aire libre, y llovía ligeramente, pero no consintió en entrar al coche alegando que él era un hombre de guerra y soportaba todo.

Ballenas entre la Isla de Rolas y Porto Alegre
El segundo "contratiempo" fue el vehículo... que ya estábamos tardando en que se nos estropease alguno. A Albert, la tarde de antes, también con nosotras dentro, se le había estropeado el coche, se paró en seco y nos dejó tirados. Hoy, lo había cambiado por el de Médicos del mundo, un coche mucho mejor, que nos dio algún que otro problema, ya que no nos dejaba cambiar de marcha. Y que además nos dejó "pinchados" en un barrizal del que no podíamos salir.

El "tercer contratiempo" venía de atrás, llamémosle "negocios". Hace unos días tuvimos una fuerte pérdida: la cámara de fotos de Inés murió. Una Canon 550d muerta por recibir unas gotas de vino de palma (qué efectos tendrá sobre tú cuerpo, si mata una cámara al instante...) y bueno, pues "un amigo de un amigo que tenía un amigo" nos ofreció un negociete. Tenía una cámara que según sus datos "era parecida a la mía, digital y hacía palante y pa atras", y la vendía por 70 euros... Allá nosotras las primeras. Quedamos con "el amigo del amigo que tenía un amigo" para ver la máquina en un pueblo en el camino pero nadie apareció. Los saotomenses son especialistas en excusas y no tienen problema en tardar o directamente en no aparecer, ya sabéis, leve-leve...

Así que continuamos nuestro viaje hasta llegar a casa de Paco, dónde después de una buena cenita fuimos a descansar para al día siguiente ir a Rolas. Para descansar bien agusto me picó una abeja... ¡Yo no sabía que eso doliese tanto! El dedo cómo si me hubiese hecho un esguince...

Por la mañana madrugamos bastante para ir a la isla. Queríamos aprovechar el tiempo, ya que aunque pequeña, la isla de Rolas tiene mucho potencial. Por ella pasa la línea del Ecuador, esa línea imaginaria que divide en dos el mundo, y con ésta, ya es la segunda vez éste año que tengo un pie en el hemisferio norte y otro en el hemisferio sur.

Con un pie en cada hemisferio

Esa era nuestra idea, pero no fue así... Sufrimos un dia de "relax involuntario" muy a nuestro pesar. El barco tardó en salir. Teníamos que esperar al chico desaparecido de la cámara, y a otros dos que tampoco aparecían, y que ni vinieron ni avisaron (después me enteré que uno de ellos se había clavado el machete en la pierna y le habían dado puntos, y claro, estaba de reposo...) Tarde y sin prisas el barquito zarpó.

Nuestro barco
El mar estaba agitado y confieso que iba muerta de miedo, y no por mí, sino por mi cámara, que si llega a caer al agua yo creo de verdad que me muero. Y para crear un poco más de tensión hay que añadirle las ballenas que había en el mar y que estábamos viendo. Mi cuerpo mezclaba emoción y miedo a partes iguales. Las ballenas eran preciosas, saltaban muy alto y era increíble la cantidad de agua que emanaban al respirar y la que desprendían con sus saltos. Espectáculo digno de ver.


Ballenas entre la Isla de Rolas y Porto Alegre

Ballenas entre la Isla de Rolas y Porto Alegre

Ballenas entre la Isla de Rolas y Porto Alegre

Después de unos 20 minutos de barco, ante nuestros ojos se dejaban ver aguas cristalinas que bañaban una arena con tono amarillo intenso y miles de palmeras.

Isla de Rolas

Aunque eran muchas las tentaciones, decidimos subir inmediatamente al ecuador. Emocionadas comenzamos nuestra caminata. Unos niños del pueblo quisieron guiarnos, eran como los 7 enanitos, fue un momento bastante cómico.

Santo Tomé al no tener masificación turística tiene la suerte de conservar la esencia de cada lugar y la magia de sus gentes. Cuándo llegas a un sitio todo el mundo está deseando ayudarte, explicarte sobre su tierra e incluso saber de ti. Pero esto también tiene un lado malo, al no tener mucho turista, las "atracciones" del país no se conservan en buen estado. Y eso precisamente fue lo que ocurrió al subir al monumento. Una caminata de unos 20 minutos rapidito y cuesta arriba para llegar a un mirador con unas buenas vistas de la costa. Un colorido mapa del mundo "tatuaba" el suelo y algunas grandes grietas marcaban líneas de ecuador alternativas. El monumento al descubridor tenía una puertecita con una placa dentro, que yo se más de un país en el que a la primera de cambio se robaría. Y todo acompañado de escombros. En fin, un poco desolador.

Panorámica del monumento a la línea de Ecuador en la Isla de Rolas

Al bajar, muertas de calor nos dimos un buen baño en Praia Café mientras nuestros pescadores particulares nos traían el botín. Unos cuántos pulpos y una morena se convirtieron en nuestro menú. Por cierto, la morena está increíble, necesito averiguar ya dónde comerla en España.

Bobby y la morena
También tuve tiempo de dedicarme a mi misma, Bobby me daba consejos de belleza. Me enseñó cómo hacer bronceador de aceite de coco para ponerme bien morenita. Suena un poco asqueroso pero funciona, me quedó un colorcito tropical muy estupendo.
He aquí el truco: coges el coco, lo masticas y te untas la pasta bien por todo el cuerpo. Después te metes en el agua para eliminar los trozos de coco restantes y que solamente permanezca el aceite y ya estás preparado para ponerte al sol. En mi caso que soy blanca nuclear y que estaba nublado, funcionó, no quiero imaginarme como quedará un día bien soleado o a una persona propensa a ponerse morena...

Bronceado natural con aceite de coco, mi cara lo dice todo...
Comimos muy tarde y teníamos que darnos prisa ya que a las 5 anochece, queríamos ver la isla y teníamos que volver a Porto Alegre. Acompañadas por un chico del pueblo y por uno de los niños que venían por la mañana empezamos a caminar ligeritas a través de la jungla y llegamos a uno de los antiguos cráteres de volcán que quedan en la pequeña isla. Estuvimos jugando a lanzar cosas dentro para que salieran disparadas y volvimos de nuevo.


Cráter de volcán en la isla de Rolas

La vuelta por la mañana también tuvo sobresaltos. Volvimos una vez más a quedar con el chico desaparecido de la cámara, que apareció por fin, aunque nunca vimos la cámara. Él llegó con un saco enorme lleno de frutas y se venía con nosotros hacia la ciudad. Lo dejó en nuestro coche y nunca más volvió a aparecer... Después de horas esperándolo nos fuimos con todo el cargamento para la ciudad. Al día siguiente llamó por teléfono para recuperar su saco. Quedamos con él y lo llevamos a casa de KB, dónde teníamos el saco, comió con nosotros y... se fue sin el saco... Definitivamente este tío es tonto.

Y regresamos a la civilización no sin antes parar a comer en un restaurante en San Joao dos Angolares. En Sao Joao hay dos restaurantes con bastante fama para los turistas, Mionga, dónde comimos nosotros de degustación, y Roça Sao Joao, dónde fuimos a echarnos la siesta en sus magníficas camas-sofá.

En la Roça de San Joao dos Angolares

Mionga tiene unas buenas vistas a la playa, no es una gran playa, pero tiene lo suficiente cómo para esforzarse en llegar pronto y ocupar las mesas de terraza. Tiene muy buena decoración y es algo más caro que otros sitios (8 euros) pero el menú era muy rico, variado y original.

La Roça de Sao Joao es preciosa, decorada con pinturas y esculturas de artistas locales, con todo tipo de libros y lo mejor, sus hamacas y camas-sofá muy cómodas que nos obligaron a echar la siesta. Además atrapa, porque está situado en la parte más alta del pueblo y corre un fresquito que hasta pide mantita.

Y definitivamente volvimos a la ciudad...

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